Fundamentalmente, dos. La primera es que tienen lugar en el marco del estallido de una crisis de conjunto del capitalismo, o sea en el marco de una transición histórica. Las estructuras del capitalismo (bancarias, industriales, sociales) han entrado en bancarrota. La burguesía mundial recurre a su última herramienta: el Estado, los gobiernos. Se anuncia de este modo un período de grandes crisis políticas. Millones de trabajadores, en el mundo, han sido arrojados en forma súbita a la desocupación. Todas las fuerzas políticas que apoyan el sistema existente en Argentina -incluidas el centroizquierda y la mayor parte de la izquierda- se esfuerzan por ocultar al electorado y a los trabajadores el alcance de la crisis, y restringen la lucha política a los temas habituales del parlamentarismo.
La segunda característica de las próximas elecciones es la disolución que sufre el régimen político montado por el kirchnerismo - una combinación de poder personal y camarilla. El gobierno ha adelantado los comicios para preservarlos de una profundización de la crisis mundial y para convocar a una suerte de plebiscito. No pretende con esto, sin embargo, ratificar su mandato -o, como acostumbra decir, ‘el modelo'. Busca, por el contrario, retener las fuerzas suficientes para negociar una transición política con la oposición patronal luego de las elecciones. En la agenda tiene inscripta la llamada ‘normalización' de las relaciones financieras internacionales (acuerdos con el Club de París y con el FMI), algo complicado de llevar adelante en un cuadro de fuga de capitales y caída violenta del crédito y comercio internacionales. El reingreso de capitales especulativos al país, en los últimos días, y el rebote en los precios internacionales de la soja han de crear una nueva ‘burbuja' financiera, cuya explosión ulterior tendrá alcances mayores que las precedentes. La transición histórica no es un proceso rectilíneo de decadencia del sistema vigente sino una línea convulsiva de contradicciones, que animan y reaniman los conflictos sociales y políticos, y los realineamientos de las clases y de los partidos.
Estamos pagando los trabajadores
La campaña electoral viene precedida de suspensiones, despidos y cierres, y vaciamientos de empresas y ocupaciones de fábrica. En cada una de estas manifestaciones de la crisis y de las luchas populares se libra una lucha política abierta. El gobierno y la absoluta totalidad de los partidos opositores, incluidos el centroizquierda y gran parte de la izquierda, buscan persuadir a los trabajadores afectados de que la crisis es pasajera y que lo mismo ocurre con los sacrificios que se les impone. Recursos preventivos de crisis, suspensiones, despidos masivos de contratados y de trabajadores en negro, salarios disminuidos que se pagan con fondos públicos, cooperativas que no reciben apoyo para funcionar, aumentos salariales limitados y no remunerativos y postergación de paritarias - éstas son las herramientas que unen a los partidos patronales y pequeño burgueses, que compiten en las elecciones, para que la crisis la paguen los trabajadores. El Partido Obrero plantea una metodología opuesta: profundizar y generalizar las luchas para garantizar el derecho al trabajo y para defender el patrimonio industrial del vaciamiento capitalista. Nuestra consigna es: ningún despido, reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario, expropiar toda empresa que cierre, impulsar la generalización de las ocupaciones de fábrica y reclamar a la CGT y a la CTA una huelga general.
Ninguno de los partidos que integran lo que el kirchnerismo llama "la restauración conservadora" ofrece una política realmente diferente a la del oficialismo. Es cierto que está a favor de reducir las retenciones a las exportaciones... pero no enseguida para no afectar la situación fiscal. Reclama convocar al FMI... pero para seguir con una devaluación que acompañe al real de Brasil. La política de los centros financieros fue establecida en Londres, el mes pasado, en el G-20 con la presencia de la presidenta Cristina Kirchner.
"Que la crisis se lleve puesto al capitalismo"
La campaña electoral del Partido Obrero se empeñará por recoger las tensiones y las perspectivas creadas por la bancarrota del capitalismo y la disolución del régimen político vigente, tanto en sus consignas como en sus actividades y movilizaciones. Buscaremos insuflar por todos los medios de la propaganda, la agitación y la organización el espíritu que anima al slogan que nos viene de Jujuy: "Que la crisis se lleve puesto al capitalismo". Hay que ir en esa dirección: sin medidas anticapitalistas, las promesas de ‘redistribuir ingresos' o ‘destinar las rentas mineras y financieras' (¿por qué no agrarias?), que difunden los Solanas y Lozano, sólo son demagogias electoreras. Solanas ya fue diputado, por el Frepaso, y su primer voto fue a favor de la intervención federal a Santiago del Estero por parte del menemismo, como consecuencia del ‘santiagueñazo'. Es, como se ve, un ‘hombre de orden' - antes que nada. El Partido Obrero plantea que hay que nacionalizar (sin compensación) los latifundios y el gran capital agrario, los bancos, las grandes industrias y los monopolios del comercio exterior si efectivamente se pretende redistribuir la riqueza y, por sobre todo, hacerlo con métodos de transformación social (trabajo, salarios, derechos sociales, control obrero), y no por medio del asistencialismo estatal. Las ‘becas-familia' de Lula, los planes ‘barrio adentro' de Chávez o los ‘150 pesos por hijo' que prometen los Solanas no sacarán a las masas de la miseria social y ya están desapareciendo del horizonte de esos gobiernos como consecuencia del impacto de la crisis capitalista en los recursos fiscales.
Enfrentamos la transición histórica y política con un programa de transición, que desarrolle paso por paso la conciencia social de las masas acerca de la nueva situación histórica. "La historia puede saltar etapas, pero un partido revolucionario no puede saltarse las etapas del desarrollo de la conciencia obrera". La campaña electoral debe ser transformada en el terreno de una lucha política que prepare un giro histórico de las masas frente a sus explotadores y el Estado, como consecuencia de la bancarrota del capitalismo.
Jorge Altamira
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